sábado, 23 de mayo de 2015

De Opciones y Clases



El tiempo vuela y ya llevo más de un año en esta gran ciudad plagada de contrastes. El tiempo pasa y empiezas a tomar consciencia de la misma, de las diferencias de lo bueno y lo malo. Dejando ya atrás el embelesamiento del turista empiezas a entrever los rasgos que se esconden detrás de la máscara pública. Para encontrar de nuevo grandes contrastes, cosas que me fascinan y cosas que realmente detesto.

Por un lado en oferta cultural las opciones son realmente abundantes, llegando incluso a veces a ser un poco estresante simplemente estar al día de lo que sucede alrededor. Por ejemplo en los últimos meses no me ha resultado nada difícil salir todos los fines de semana a ver alguna exposición, evento o museo. Siempre hay algo que ver o hacer. Y la gran mayoría gratis o bastante accesible. Obras de teatro, musicales o conciertos pueblan las calles de Londres, con opciones para todos los bolsillos. En resumen si quieres ver arte, participar en talleres o asistir al teatro siempre podrás encontrar una opción que se ajuste a ti.   


Pero en la otra cara de la moneda no nada agradable. En una ciudad donde se apiñan más de ocho millones seiscientas mil personas también da pie a lo peor. El absurdo de los alquileres en la ciudad, los contratos y condiciones de trabajo precarios, la brutal competencia por los trabajos “normales” y sobre todo las diferencias de estratos sociales conviviendo juntas.
 


Hasta ahora no había sentido tan fuertemente la lucha de clases al más puro estilo marxista. Todos sabemos que siempre habido ricos y pobres, burgueses y proletarios, patrones y asalariados. Es algo intrínseco al modelo social en que vivimos y aunque somos conscientes de ello, reconozco que hasta moverme a Londres no tuve realmente consciencia de la brutal diferencia existente. Aquí he conocido gente que trabaja 60 horas semanales para poder pagar el alquiler e intentar ahorrar algo para sus sueños. Mientras que otros se aburren en su trabajo y sale a dar paseos por Oxford Circus para matar la mañana mientras cobra una pasta. Gente que ve su vida limitada por tener un sueldo de público de “mierda” con el que aduras penas llega a las veinticinco mil libras anuales, cuando en una empresa privada normalmente podría rondar las treinta o cuarenta mil libras. Mientras que un servidor a duras penas llega a las doce mil anules.  


Y es que Londres no es caro, aunque todos nos empeñamos en decirlo y quejarnos de los precios. La verdad es que Londres no es para nosotros, no es para el proletario con sueldo precario. Nos empeñamos en seguir aquí por la oferta cultural, el magnetismo de la gran urbe y el “sueño” de algo mejor. Pero seamos realistas, cambiar de estrato social en nuestro sistema es muy muy complicado. Incluso saliendo de la precariedad y pasando a una “clase media” seguirás simplemente sobreviviendo en una ciudad diseñada y centrada para otro escalón social diferente al tuyo. Donde para ellos pagar tres libras por un café o ciento sesenta por una entrada no representa nada. Pero para nosotros supone media hora de trabajo o prácticamente una semana. Hace poco, algunos de mis compañeros recibieron una propina todos ellos por parte de un cliente que asistía a evento en el que ellos trabajaban. Lo ironico fue que esta era mayor que lo que cobraron por trabajar allí. Y creo que esto deja claro que lo que es una propina para unos es un sueldo para otros.


Cada vez tengo más y más claro que Londres no es una ciudad para vivir. Es un buen sitio para pasar una temporada, disfrutar de toda su oferta y sobrevivir como puedas. Pero si esperas tener una calidad de vida “normal”, nada exagerado, este no es tu lugar. Y si pretendes perseguir esa quimera de éxito social inculcado por el sistema, al que supuestamente cualquiera con esfuerzo y perseverancia puede conseguir, espero que realmente tengas fuerza, perseverancia y realmente seas de los mejores. Pues compitiendo con más de ocho millones de personas no hay lugar para gente “normal”. Y nunca te presentaras a una oferta de lo que sea sin otras cien personas dispuestas a trabajar más horas por menos dinero que tu. Y como dijo mi encantador manager general en su reunión de presentación hace unos meses:

“Nadie te puso una pistola para que firmaras el contrato. Si no os gusta ya saben dónde está la puerta. Es más, si yo fuera vosotros no trabajaría para mi”