lunes, 23 de julio de 2012

Del Momento Decisivo y Instagram



Sin ninguna duda uno de mis fotógrafos favoritos siempre ha sido Henri Cartier Bresson. Este fotógrafo francés fue miembro fundador de la prestigiosa agencia Magnum durante mucho años y acuño el termino el Momento Decisivo, gracias al libro que publico en 1952.


Este Momento Decisivo cual hace referencia a que todo tiene un momento justo en el cual al congelarse fotográficamente da la mejor imagen posible. Para Cartier Bresson la función del fotógrafo es saber buscar y congelar ese momento con su cámara. Para esto no necesita grandes complejidades técnicas, grandes maquinas con miles de objetivos o los mejores complementos fotográficos como filtros, lentes o flases. Simplemente tener ojo y estar atento a ese momento.


 Su figura está asociada sin duda a la camara Leika M3, una de sus primeras caramas y con la que realizo gran parte de su obra. Una cámara muy acorde con su filosofía de la simplicidad. Equipada con un simple objetivo fijo de 50mm, tomaba todas sus fotos las cuales mandaba relevaba sin ningún retoque de formato o trabajo fotográfico. Pues era defensor de que todo el trabajo del fotógrafo se hacía con la cámara en mano y no en el cuarto oscuro. Su idea de rechazar el efectismo o los trucos técnicos han influencia a muchos artistas posteriores e incluso se ha expandido a otros medios, veo un ejemplo de esto en el manifiesto del cine Dogma 95.  


Pero pasan los años y la era digital entra con fuerza. Todo ha pasado a convertirse en técnicas de postproducción. Ahora ya disponemos de grandes avances con los que podemos modificar, cambiar, mejorar o empeorar cualquier fotografía. Ya podemos reconstruir, reinventar, recrear y modificar sin límite cualquier fotografía. El único límite ya es nuestra propia imaginación. ¿Pero sigue siendo fotografía o ya es algo diferente? ¿No mejor o peor simplemente diferente? Realmente me habría gustado llegar a conocer la idea de Cartier Bresson de los tiempos actuales. Seguro que habría sido interesante.


Esta es una de las últimas entrevistas que concedió antes de su muerte en 2004:

Realizada por: Pierre Assouline, en París, para La Nación.

Traducción: de Zoraida J. Valcárcel.
Publicada en el suplemento Cultura del diario La Nación, el domingo 9 de agosto de 1998.

Para muchos, es el fotógrafo más importante de este siglo, el hombre que enseñó a sus contemporáneos a mirar a través de una cámara. El 22 de agosto de este mes: cumple 90 años.

En uno de los escasos reportajes que concedió, habló de los autores que ama, de la televisión que detesta, y de algunos de los artistas que más contaron en su vida, así como de su experiencia en el cine bajo las órdenes del gran Jean Renoir. Desde hace mucho, Cartier-Bresson prefiere no referirse a la fotografía, porque la considera una etapa superada de su vida: en cambio, le encante reflexionar sobre el dibujo, una actividad que aún practica y que fue la base de su obra admirable.


Este caballero de pañuelo a lo pirata no es agresivo; es un hombre indignado. A los 90 años, todavía se mantiene en permanente rebeldía porque nunca faltan motivos para indignarse. Con su discreción habitual, más que señales de su paso por la tierra, prefiere dejar huellas. No le hablen de su obra. Quiere ser artesano más que artista. Fanático por el dibujo desde siempre, dibujante compulsivo desde hace veinte años, sigue sacando fotos en su mente. Esto nos dice que Henri Cartier-Bresson –de él se trata– es, ante todo, un poeta.
El nuestro ha sido el siglo de la imagen. En sus postrimerías, ella pierde su alma al amenazarnos con hacerse virtual. Eso sería un horror incalificable, cuyas consecuencias aún no podemos medir.
Cartier-Bresson siempre será un compositor admirable. Sonidos, signos, palabras... ¿qué importa el medio? En él, todo es pura búsqueda del equilibrio y la armonía. Rechaza cifras y fechas para deleitarse mejor con la sección áurea. El resto –técnica, luz, preparación– es mera literatura para aficionados a la fotografía.
Nada hay menos premeditado que el encuentro entre una sensibilidad y un instante fugaz. No cree en la sociedad sino en el hombre. No hay lección más hermosa para los tiempos que corren. Si su obra ha servido para eso, Cartier-Bresson no habrá vivido en vano.
-¿Sigue siendo un libertario?

Sí, desde siempre. Desde el primer momento, muy temprano por cierto, en que descubrí la existencia de otros mundos aparte de las civilizaciones judeocristiana y musulmana. El anarquismo es, ante todo, una ética y, como tal, se ha mantenido intacto. El mundo ha cambiado, no es así el concepto libertario, el desafío frente a todos los poderes. Gracias a eso, he logrado zafarme del falso problema de la celebridad. Ser un fotógrafo conocido es una forma de poder y yo no la deseo.

-Su negativa a dejarse fotografiar, ¿debe entenderse en este sentido?
Sin duda. Hay que pasar inadvertido y protegerse a toda costa. El hecho de ser observado modifica el modo de mirar a los otros.

-Por cierto que jamás se lo ve por televisión.
¿A mí? ¿Y para qué? No soy actor.

-¿Le interesa lo que se televisa?
¿Ese tropel ininterrumpido de imágenes? Ni siquiera son imágenes porque eso no es visual. No es nada. Hombres como Julien Gracq, Samuel Beckett o Louis René des Forets no van a la televisión. Son mis escritores preferidos, entre los contemporáneos.

Siendo este uno de mis fotógrafos favoritos es curioso que por otro lado me haga convertido de un gran fan de las fotos en Instagram. ¿Cómo puede ser esto?  Pues por la siguiente explicación:


Una de las ventajas que defendía Cartier Bresson sobre las Leikas es que son pequeñas y muy trasportables. Lo cual era cómodo para poder capturar ese momento deberías tenerla encima todo el día. El tiempo pasa y ya hoy en día todo el menudo tiene una cámara encima todo el día, con la invasión de los smartphone ya todo el mundo es fotógrafo. Ya siempre tienes la cámara encima para buscar ese Momento Decisivo. Son cámaras muy limitadas pero con capacidad más que de sobra para poder congelar grandes fotos. Además la llegada de programas como el Instagram hace que cualquier foto con un simple filtro automático cobre un matiz especial, dándole una personalidad propia. Pero la limitación de propio teléfono y los limitados filtros accesibles por igual a todos, ha ocasionado algo curioso. La diferencia ahora entre las buenas o las malas fotos en el Instagram se reduce a la capacidad el fotógrafo de captar ese Momento Decisivo. De jugar con el encuadre, ya sé que algo se puede retocar, pero es casi el mismo que se toma. Y el uso del los filtros simplemente imprime algo mas, muy a gusto del estilo de cada uno. Quizás me equivoco pero para mí en toda esta vorágine de la fotografía digital, de los miles de formatos, archivos, filtros, efectos ha surgido algo con un remanente muy clásico. Y por mi parte llevo siempre ahora en el bolsillo una camarita con la que de vez en cuando sacar algunas fotos, algo que lamentablemente había dejado de hacer durante muchos años.  

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